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Saturday, February 1, 2025

El Largo Camino de México hacia la Recuperación de la Guacamaya Roja


Un político ambiental, una pequeña organización sin fines de lucro en México y una crimson de guardianes en Chiapas están ayudando a que las últimas guacamayas rojas de México sobrevivan a las amenazas conjuntas de la deforestación y la caza furtiva.

Traducido por Jorge Rodríguez y Osvel Hinojosa Huerta. De la edición de invierno de 2025 de la revista Residing ChickenClick on right here to learn this story in English.

Cada mañana, con la primera luz del día, el cielo alrededor de la estación biológica de Chajul, ubicado en la región más al sur del estado de Chiapas, México, se inunda con los rasposos gritos y llamados de las guacamayas rojas. A medida que el día se aclara, y si no llueve, alrededor de 80 de estas aves vuelan desde la selva para percharse en los árboles, a la espera de su primer comida del día.

Mientras Mario Lombera, un trabajador de la estación biológica, les alista su alimento consistente de semillas de maní, las guacamayas aprovechan el tiempo para socializar entre ellas. Los gritos tempraneros dan paso a sonidos suaves que las aves usan para charlar entre sí mientras se acicalan unas a otras. Aunque para los humanos es difícil diferenciar a cada individuo, estas interacciones cotidianas permiten a las aves reconocerse mutuamente. Lombera, que las ha alimentado durante 30 años, sí reconoce a una en specific: La Viejona.

“Tiene una forma de volar muy peculiar. Es por ello que puedo reconocerla dentre del grupo”, cube Lombera. “Ya cuando te acercas, puedes ver que también el patrón de las plumas es difente al del resto”.

La Viejona ha sido una visitante ordinary de la estación biológica de Chajul durante los últimos 20 años. Con apenas uno o dos años de edad, fue rescatada por las autoridades de la Procuraduría Normal de Protección al Ambiente, quienes la salvaron de un grupo dedicado al tráfico ilegal de vida silvestre. Sus plumas estaban cortadas y no sabía volar ni buscar alimento por sí misma. Había sido arrebatada de su nido siendo apenas un pichón. “Le tomó más de un año recuperarse y aprender a volar”, dijo Lombera. Es por eso, añade, que su vuelo se distingue del de las otras guacamayas; son las cicatrices de su pasado.

Ella es una de 250 guacamayas que han sido liberadas en la Selva Lacandona, una adición clave a la última población que queda en México de esta subespecie en peligro de extinción. La reintroducción de las guacamayas ha sido posible gracias al trabajo de Natura y Ecosistemas Mexicanos, una ONG fundada por biólogos, con el objetivo de colaborar con las comunidades locales que rodean la selva para salvar a estas aves y al remanente de este gran bosque. La gente de la comunidad de Marques de Comillas es clave para mantener a las guacamayas en los cielos y a los árboles en los suelos, menciona Julia Carabias, cofundadora de Natura y ex Secretaria de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (el equivalente mexicano del Secretario del Inside de los Estados Unidos).

La bióloga de 70 años es una heroína de la conservación en México, una leyenda que se ha enfrentado a quienes invaden la Selva Lacandona, lo que ha pagado incluso con su propia libertad. Pero incluso en esos momentos en que period captiva, Carabias manifestó a sus secuestradores su pasión por la preservación de la selva y las guacamayas y lo que esto significa para el desarrollo de las comunidaes locales. “Si el esfuerzo de conservación es un éxito, es debido a la participación de las comunidades”, dijo.

“Desde mi punto de vista”, cube, “es imposible pretender conservar algo si las comunidades, que son dueñas de la tierra, no se involucran”.

Vista aérea de un río con una selva intacta a un lado y un paisaje escaso al otro, todo iluminado con un brillo verde.
El río Lacantún atraviesa el corazón de la Selva Lacandona, dividiendo la Reserva de la Biosfera Montes Azules (izquierda) de las comunidades de Marqués de Comillas (derecha). Esta selva alberga la última población viable de guacamayas rojas en México. Foto de Tim Laman.

De las resorteras a los binoculares

Justo después de establecer a Natura y Ecosistemas en la Estación Biológica Chajul en 2005, durante un recorrido con niñosde la escuela native, Carabias comprendió que period necesario cambiar la mentalidad de la gente hacia las guacamayas.

“Estaba con un pequeño de unos ocho años, y cuando vimos el árbol enfrente de nosotros había una guacamaya perchada. Period la Viejona”, recuerda Carabias. “Sin pensarlo, el niño automáticamente sacó de su pantalón su resortera. Lo agarré inmediatamente, me volteé hacia el grupo y les pregunté cuántos de ellos también traían resorteras”.

“Muchos de ellos traían”, dijo.

Justo una década antes, mientras fungía como Secretaria del Medio Ambiente, bajo el mandato deErnesto Zedillo, Carabias ya luchaba por proteger la selva Lacandona de invasores ilegales. Este bosque fue oficialmente designado como zona protegida en 1978, como la Reserva de la Biosfera Montes Azules. Pero en realidad, a pesar de esta designación, la selva continuaba siendo objeto de invasiones y tala ilegal para crear campos de cultivo agrícola.

Durante su estancia al frente de la secretaría ambiental, Carabias logró reducir el número de invasiones dentro de la reserva mediante un diálogo constante con el entonces presidente mexicano.

“Tuvimos éxito al lograr que el gobierno revirtiera las políticas que favorecían la invasión ilegal de la reserva”, dijo.

Carabias sabia, sin embargo, que las victorias políticas pueden ser temporales, y están sujetas a cualquier cambio con las nuevas administraciones. El verdadero cambio, pensó, solo llegaría al convencer a las personas que viven en torno a la reserva de la biosfera sobre el valor de conservar la selva en pie.

En México queda muy poca selva tropical. El país ha perdido más del 80% de la cobertura unique de este ecosistema, gran parte en los últimos 40 años. Sin embargo, lo que quedares guarda una biodiversidad invaluable. La Selva Lacandona (protegida en parte dentro de la Reserva de la Biosfera Montes Azules) representa menos del 1% del territorio nacional, pero alberga el 33% de todas las especies de aves (incluyendo Águila Arpía y Saltarín Cabeza Roja) y el 24% de todos los mamíferos (como jaguares y tapires) que se encuentran en el país.

Las guacamayas rojas que viven en la Selva Lacandona son una subespecie (Ara macao cyanoptera). Su distribución abarca la región de la Selva Maya que comparten el sur de México, el norte de Guatemala, y el occidente beliceño. Son más grandes que las que se distribuyen desde Costa Rica a Brasil y la coloración de su plumaje difiere un poco – con un tono azul a lo largo de las bandas amarillas de sus alas.

Históricamente, el rango de distribución de las guacamayas rojas en México abarcaba desde la selva Lacandona hasta el estado norteño de Tamaulipas. Sin embargo, hoy apenas existen 1,000 guacamayas en todo el país, casi todas viviendo en un único tramo de selva en el extremo sur de Chiapas. A pesar de estar catolagada como especie en peligro de extinción, incluso las guacamayas de la Selva Lacandona no estarían vivas hoy si no fuera por la llegada de un biólogo especializado en mariposas a la región en la década de 1970.

Atraído por las más de 800 especies de mariposas, Javier de la Maza llegó a esta selva y se sintió inspirado a protegerla. Consiguió el financiamiento para establecer la Estación Biológica Chajul en 1989. Su trabajo de conservación motivó a Carabias a trabajar con él y juntos fundaron la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas en la administración de Zedillo. Fue después de su labor en el gobierno federal que de la Maza y Carabias se unieron para fundar la organización sin fines de lucro Natura y Ecosistemas, como un grupo ambientalista destinado a proteger a los lacandones, con la estación Chajul como sede del grupo dentro de la Reserva de la Biosfera de Montes Azules.

Con el fin de proteger a las guacamayas rojas de esta selva, Carabias y de la Maza vieron en la cacería furtiva una amenaza aún mayor que la deforestación para la sobrevivencia de las aves. Los nidos eran saqueados para obtener los polluelos que luego eran contrabandeados en el comercio ilegal de mascotas. Cada polluelo de guacamaya puede generar una ganancia de hasta $500 dólares después de la venta. Los grupos del crimen organizado trafican con las aves por todo México e incluso en lugares tan lejanos como Asia. Una sola guacamaya vale aproximadamente una vez y media el salario mensual promedio en Chiapas, por lo que es una actividad muy atractiva para las personas. Sin embargo, Carabias busca transmitirle a la gente native que el valor de las guacamayas silvestres y de la selva silvestre es algo mayor que el dinero.

Ese valor intrínseco fue puesto a prueba en 2014, cuando las invasiones se intensificaron dentro de la selva. El trabajo de Carabias junto con las comunidades se estaba asentando contra aquellos que intentaban destruir el bosque para crear nuevos asentamientos humanos. Una noche de abril de ese año, después de un duro día de trabajo de campo realizando estudios biológicos con estudiantes universitarios voluntarios, Carabias se fue a dormir, pero se despertó sobresaltada unas horas más tarde por fuertes golpes en la puerta y los gritos de hombres desconocidos. Cuando salió, encontró a sus estudiantes y a los guardias de la estación biológica tirados en el suelo. Los hombres le cubrieron la cara y la obligaron a subir a un bote, llevándola a una zona remota de la selva tropical.

Después de tres días secuestrada, empezó a darse cuenta que sus captores no estaban seguros de cómo obtener un dinero por su rescate. Entonces, empezó a contarles acerca de su trabajo con Natura. Les habló acerca de los peligros que la gente corre si se continua perdiendo más bosque y, lo más importante, acerca de los proyectos que Natura implementa para ayudar a que las comunidades se desarrollen sin destruir el bosque. Después de escucharla, la dejaron en libertad. Ella retornó a Chajul deshidartada y exhausta pero a salvo.

Un desarrollo turístico sostenible, una granja de mariposas, un parque ecológico y un restaurante son algunos de los proyectos que Natura implementa en la zona. Todos ellos generan ingresos, trabajo y oportunidades para las familias del área, sin necesidad de destruir el ecosistema.

“Estamos tratando de recuperar hábitat, prevenir el aumento de la deforestación y asegurar con esto que la gente viva mejor”, dijo Carabias.

Veinte años después de que Carabias confiscara las resorteras de los niños que querían cazar pájaros en Chajul, ayudó a crear un campamento para estudiantes de escuelas locales y formó un grupo llamado Guacaguardianes para inspirar a las nuevas generaciones en la conservación de la biodiversidad. Algunos de esos niños que Carabias conoció en 2005, cube, se han convertido en hombres que son algunos de los protectores más fuertes de la Selva Lacandona, abogando por el bosque en sus comunidades y trabajando con las autoridades municipales en políticas locales.

“Estos niños cambiaron sus resorteras por binoculares”, cube. “Hoy, son guías y guardianes”.

Un ave grande y colorida, colgando de un árbol.
Guacamaya Roja por Tim Laman.

Protección por parte de la comunidad

Los pequeños pueblos de Marqués de Comillas son verdes y relativamente sencillos. Las casas son de concreto; algunas a medio construir y otras adornadas con flores de colores. Incluso en la temporada de lluvias el sol es intenso y caliente desde temprano en la mañana. José Quintana, un hombre de unos 60 años, conocido localmente como “Don Chepe”, es uno de los líderes más respetados en estos pueblos.

“En su comunidad le tienen un tremendo respeto ethical”, cube Carabias.

Por ello, Carabias ha hecho de Don Chepe un líder de un grupo de monitoreo comunitario que regularmente se aventura a salir a la selva mes tras mes para recolectar información essential sobre la cantidad y el paradero de las guacamayas rojas en la reserva de la biosfera.

“Cubrimos varios transectos en tierra y por río”, cube Don Chepe con orgullo. “Una vez al mes, contamos cuántas guacamayas vemos, ya sea en la reserva o en el lado de la comunidad. También registramos otros loros, garzas y aves rapaces”.

Natura depende de la gente de Marqués de Comillas en sus operaciones para proteger eficazmente lo que queda de la Selva Lacandona y evitar la extinción de la Guacamaya Roja en México. Una crimson de colaboradores locales se encarga de todo, desde conducir los botes y alimentar a las aves hasta gestionar los suministros y realizar monitoreos mensuales en puntos de conteo de aves.

Los colaboradores trabajan de manera cercana con Diego Noriega, quien fue reclutado para unirse a la Estación Biológica Chajul en 2012, después de graduarse de la Universidad Nacional Autónoma de México en la Ciudad de México. Ahí fue estudiante en una clase de biología impartida por Carabias. Noriega llegó con el encargo de fortalecer las relaciones de Natura con las comunidades de Marques de Comillas y es hoy el coordinador del Proyecto de Conservación de la Guacamaya Roja, supervisando un equipo de 14 personas locales en las actividades del programa.

Además de los monitoreos, el equipo de Noriega ejecuta el essential programa de rescate y liberación de guacamayas rojas en cautiverio, que ha proporcionado un impulso significativo a la población regional de estas aves. Según Natura, solo alrededor del 20% de la población silvestre de guacamayas rojas se reproduce anualmente. Con una reproducción tan limitada, la caza furtiva de polluelos en los nidos puede acabar casi por completo con el reclutamiento de nuevas generaciones en la población de guacamayas. Noriega cube que hoy en día el saqueo de nidos es la principal amenaza a la existencia de la Guacamaya Roja en México. Calcula que alrededor de 100 guacamayas nacidas en estado silvestre son robadas del nido y vendidas en el mercado negro como mascotas anualmente.

Para aliviar la presión que la caza furtiva ejerce sobre las guacamayas rojas de la Lacandona, Natura implementa una estrategia radical.

“Nos vimos obligados a interrumpir el proceso pure”, cube Carabias, mientras describe por qué es necesario el programa de rescate y liberación de guacamayas de Natura.

Cuando comienza la temporada de anidación en enero, los censos mensuales realizados por 14 monitores comunitarios, incluido Don Chepe, identifican sitios de anidación de guacamayas dentro de la reserva y en tierras privadas. En la última temporada de reproducción, el equipo monitoreó alrededor de 16 nidos, la mayoría dentro de parcelas de propiedad de los locales. Noriega cube que a menudo son los locales quienes alertan a los monitores comunitarios de la presencia de un nido.

“Nos avisan cuando detectan una pareja de guacamayas en un árbol dentro de su terreno”, cube Noriega. “Eligen la opción de llamarnos para que podamos monitorear los nidos y evitar que sean saqueados”.

Si los biólogos de Natura determinan que la ubicación de un nido es segura, no hacen nada más que monitorear para saber si los polluelos se desarrollan con éxito o no. Pero la mayoría de las veces,& cube Noriega, los nidos se consideran en riesgo de saqueo, y es una carrera para sacar los huevos de los nidos antes de que los saqueadores de nidos lleguen allí.

Después de la extracción por parte de los biólogos de Natura, los huevos se llevan a un& laboratorio para su incubación. Cuando eclosionan, los polluelos de guacamaya son alimentados con una papilla especial, hecha con alimento para cachorros molido, cereal para bebés en polvo, puré de frutas, mantequilla de maní y agua caliente, varias veces al día para promover un aumento de peso saludable. Aproximadamente a las 10 a 12 semanas de edad, las aves fortalecen sus alas mientras Noriega y su equipo las llevan afuera para hacer vuelos cortos por los terrenos de la Estación Biológica Chajul. Luego, después de unos 90 días, son libres de entrar y salir de la estación a medida que comienzan a unirse con otras guacamayas en la naturaleza.

Durante la temporada de reproducción 2023-24, Natura cuidó y liberó a 27 guacamayas rojas juveniles. Las encuestas de monitoreo comunitario de Natura muestran que las intervenciones para la cría en cautiverio han impulsado la población native de guacamayas.

Hace diez años, los conteos más altos a lo largo del límite de la Reserva de la Biosfera Montes Azules y las comunidades de Marqués de Comillas registraron 105 guacamayas rojas; en agosto pasado, esos mismos transectos registraron 140 guacamayas.

Un hombre en un árbol con cuerdas, inspeccionando una gran caja nido.
Los biólogos de Natura evalúan los sitios de anidación de las guacamayas rojas y su vulnerabilidad a la caza furtiva. Se han construido cajas nido dentro de la Reserva de la Biosfera Montes Azules en lugares seguros para la anidación de guacamayas. Las cajas nido se inspeccionan periódicamente para garantizar que los polluelos estén desarrollándose correctamente hasta alcanzar la etapa de vuelo. Fotos de Tim Laman.

Según Carabias, el proyecto “ha sido esencial para evitar que la [Guacamaya Roja en México] se extinga”.

De acuerdo a Noriega, la disposición de los habitantes locales a llamar a Natura para proteger los nidos y huevos de guacamayas ha sido ayudada por el gobierno federal mexicano, que proporciona fondos para el pago de servicios ambientales a través de la Comisión Nacional Forestal a los propietarios de tierras que protegen un nido de guacamaya.

Pero esos pagos no son la única, ni siquiera la principal, razón por la que la gente llama a Natura, cube.

“Aunque reciben una compensación monetaria, las personas que nos llaman están convencidas de que no quieren que ese nido sea depredado”, cube Noriega. “Saben que será saqueado si no se interviene en él. Si lo hicieran por dinero, podrían vender el nido a saqueadores por más”.

El cambio en las actitudes locales ha sido sorprendente, cube Carabias, quien recuerda los principios de la década del 2000, cuando su equipo de proyecto discutió por primera vez los planes de conservación con la comunidad. Entonces se encontró con un estigma hacia aquellos que no talaban el bosque para producir ganado o cultivos.

“Hoy”, menciona, “es un orgullo ser el dueño del bosque” que es hogar de la Guacamaya Roja.

Un hombre mayor de pie en el bosque, sosteniendo binoculares, mirando hacia arriba y sonriendo.
El líder comunitario José Quintana, conocido localmente como Don Chepe, realiza censos mensuales de la población de guacamayas rojas en y alrededor de la Reserva de la Biosfera Montes Azules. Foto de Jessica Suarez.

“Una emoción muy, muy grande”

Después de que Javier de la Maza falleciera en 2023 a la edad de 65 años, Julia Carabias ha continuado, desde hace dos décadas, con la visión compartida para Natura, aunque los desafíos son diferentes hoy. Mientras los cárteles de la droga luchan por el management de la frontera entre México y Guatemala, los tentáculos del crimen organizado se han infiltrado en el comercio ilegal de mascotas, aumentando la presión por el saqueo de nidos de guacamayas.

Es por eso que la entusiasta participación de las comunidades es important, para que los biólogos de Natura puedan detectar los nuevos nidos de cada temporada de reproducción y puedan rescatar los huevos antes de que los saqueadores los encuentren.

“La seguridad es lo primero”, cube Noriega. “No queremos interactuar con el crimen organizado”.

Es una sensación de seguridad que hace que las guacamayas juveniles regresen a la Estación Biológica Chajul durante varias semanas después de ser liberados en la naturaleza, para seguir recibiendo alimentos y para comunicarse con sus antiguos cuidadores humanos.

“Aquí está el número 64”, cube Don Chepe, mientras una de las guacamayas marcadas desciende a la plataforma de alimentación para darse un festín de maní. “No te he visto en unos días”, le susurra al ave, mientras ella lo saluda mordiéndole la gorra.

En cierto modo, estas intervenciones en los nidos y la vigilancia constante del bienestar de las guacamayas, han forjado un vínculo entre la gente de Marqués de Comillas y las aves; casi como una familia.

“Es como si [las guacamayas] fueran personas… al igual que los bebés, necesitan cuidado especial a medida que crecen”, cube Griselda, hija de Don Chepe, quien ha estado ayudando a su padre en la estación biológica. “Cada día es diferente. Todo eso trae una emoción muy, muy grande”.

Como científica, Carabias es consciente que humanizar a la vida silvestre es algo que debe de evitarse. A la vez, reconoce que el apego emocional que la gente forma con las guacamayas rojas puede ser beneficioso, porque impulsa un compromiso más profundo hacia la protección de las aves y otra vida silvestre que habita este ecosistema. Menciona que esto ayuda a recordarle a las personas que ellos también son parte del bosque.

“Debemos recordar que no somos una especie con el derecho a decidir qué se queda en el planeta y qué no”, cube Carabias. “La Selva Lacandona es el sitio más importante en cuanto a biodiversidad, servicios ecosistémicos y que proporciona el espacio para que la vida siga evolucionando”.

El trabajo de toda una vida de Carabias, de la Maza y muchos otros ahora de Marqués de Comillas, ha creado un espacio sobre una selva tropical aquí para que una Guacamaya Roja etiquetada con el número 64, para la Viejona y para que cientos de otras guacamayas vuelen libres; sus roncos llamados aún resuenan en los cielos mexicanos.

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